Ir al trabajo, acudir a clase, contestar las llamadas que recibimos a lo largo del día, escuchar los problemas y alegrías de nuestros seres más queridos, ayudar en las tareas a familiares, compañeros y amigos… El día tiene 24 horas que, bien repartidas, pueden dar para todo lo que tenemos en mente pero, ¿has hecho un hueco en tu agenda para aquello que te hace feliz y que consista en dedicarte tiempo exclusivamente a ti mismo?

Estamos tan acostumbrados a priorizar únicamente tareas con el fin de ser más productivos que no nos paramos a pensar en priorizarnos a nosotros mismos. Sabemos que es importante tener un pequeño espacio día a día, pero muy pocas veces lo cumplimos. De hecho, nuestro pensamiento permanece en el «ya lo haré cuando esté de vacaciones», «ya si eso luego…»…

Un psicólogo aporta las claves para no dejarnos comer por los nervios o la incertidumbre cuando estamos esperando algo que nunca llega

De vez en cuando, se presentan esa clase de preguntas que asolan a uno sobre su futuro a largo plazo o sobre una decisión que tiene que tomar en un tiempo no muy lejano. La preocupación por no saber cómo responder a determinados eventos en nuestra vida que están por llegar nos lleva a hacernos un manojo de nervios. O todo lo contrario: reflexionar sobre un porvenir incierto nos pone en la tesitura de tener que trazar un plan.
En estos casos es cuando debemos actuar con cabeza y responsabilidad para no caer en trampas. Y, para ello, hace falta tener la paciencia suficiente como para no entrar en crisis y decantarnos por la primera opción que se nos presente. Así lo cree Arash Emamzadeh, psicólogo y profesor de la Universidad de la Columbia Británica en Canadá, quien ha publicado un interesante artículo en ‘Psychology Today’ en el que ofrece consejos para tener paciencia y no dejarse llevar por lo primero que venga sin pensarlo dos veces.
“Tener fuerza de voluntad y autocontrol se asocia a gozar de una buena salud y a mejores relaciones interpersonales”

La espera y la incertidumbre

Durante todo ese tiempo, lo mejor que puedes hacer es “aumentar tu nivel de certeza y confianza”, como aconseja el psicólogo. Algo que es muy fácil pensar, pero difícil de conseguir, pues si estás nervioso seguramente te dejes llevar por las peores suposiciones sobre qué pasará a continuación. “A medida que la espera aumenta, la incertidumbre también crece”, recalca Emamzadeh. Por ello, respira hondo e intenta repetirte mentalmente que todo va a salir como esperas. Aunque por tu cabeza aparezcan pensamientos negativos, intenta pensar en un hipotético ‘yo del futuro’ que ha conseguido aquello que tanto esperas en el momento presente.

“Para aumentar tu capacidad de paciencia deberás analizar la situación y reflexionar sobre aquello que te impide tener el control”

Por otro lado, el psicólogo aconseja ver todas las opciones con perspectiva, de tal forma que si una no te sale bien, siempre haya una especie de Plan B. En este sentido, no hay que centrarse solo en una posibilidad, teniendo varias a mano. A no ser que sea algo que llevas mucho tiempo deseando y luchando para que se convierta en realidad, tienes que tener en cuenta que nosotros somos quienes otorgan valor a nuestros sueños y aspiraciones, no los demás, por lo que deberías tener la apertura de miras necesaria como para saber que aquello que a simple vista te haría tan feliz a otros no, y por tanto, no es tan importante.

“Tener fuerza de voluntad y autocontrol se asocia a gozar de una buena salud, mejores relaciones interpersonales y una mayor probabilidad de éxito en la consecución de metas”, asegura el psicólogo. “Por lo general, es difícil ser paciente si la razón por la que estamos tan nerviosos es muy valiosa. Independientemente de las opciones entre las que tengas que elegir, para aumentar tu capacidad de paciencia y espera deberás analizar la situación y reflexionar sobre aquello que te impide tener el control”.

Del mismo modo, si de verdad deseas que algo suceda, el tiempo que pases esperándolo también puede ser gozoso. Lo contrario sería lo preocupante: si no tienes ningún proyecto o ninguna ilusión, es más probable que caigas en la abulia o la desgana. Como decía una bonita balada: “Pa’ caminar, valen los sueños, y no me quedan más, llévame a hombros”. En definitiva, soñar es gratis y reconfortante; mucho más que el hecho de sentir que ya has cumplido aquello que querías y ya no sabes qué esperar del destino o de ti mismo.

Referencia

Últimamente, hay una enfermedad que está ganando terreno y no parece dispuesta a darnos tregua: la depresión. La Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que al menos 322 millones de personas en el mundo la padecen, un 18 % más que hace una década.

También conocida como trastorno de depresión mayor, se caracteriza por un estado de ánimo bajo, disminución del interés, deterioro de la función cognitiva y problemas del sueño o del apetito. Además es recurrente y costosa, con tendencia a la cronificación, y genera sufrimiento e incapacidad.

¿Sabemos qué la causa? Desafortunadamente, no. Sin embargo, existen suficientes estudios sobre sus factores de riesgo, es decir, las características y circunstancias que aumentan la probabilidad de que caigamos en sus garras.

Algunos, como el sentido común dicta, se relacionan con acontecimientos vitales dramáticos, tales como la muerte de un ser querido o el diagnóstico de una enfermedad grave. Sin embargo, hay otros muchos factores de riesgo para la depresión que no son tan conocidos, aunque no por eso dejan de ser importantes.

Nos cuesta entender los motivos para esa frase, que más bien es la verdad profunda que experimentan (yo también la experimenté) todas aquellas personas que tienen que acompañar durante un proceso doliente a un ser querido que está muy enfermo y supura dolor y sufrimiento por cada poro de la piel. Si te paras a pensarlo, lo jodidamente ilógico sería que uno no experimentase liberación cuando esa persona fallece. En primer lugar, por el difunto, que estaba pasando la mundial, sufriendo, viéndose impedido (y muchas veces vejado y humillado, que las enfermedades y cómo nos lastran y limitan tienen tela) y quizás con ganas, o no, de aferrarse a la vida, pero desde luego pasándolo mal e incluso sufriendo alteraciones de carácter o personalidad, que van asociadas a muchas enfermedades… Cuando se llega a las fases crónicas o finales de la enfermedad, donde enfrentar el dolor puede sí tener un sentido espiritual o personal (que eso cada uno decide si se lo da o no) pero no clínico, porque no hay mucho más que pueda hacerse para evitar lo irremediable, luchar contra el dolor y el sufrimiento puede parecer algo que no renta o no tiene un por qué claro, y ahí suele ser mejor acabar de una jodida vez.

Si lo miramos por parte de los seres queridos, o más bien si intentamos empatizar con ellos, pues es normal que una parte de ellos sienta liberación: porque no quieren ver sufrir al enfermo, pero también porque ellos sufren en esa situación. Poco más doloroso que ver como alguien se apaga entre retortijones de dolor, por experimentar esa impotencia frustrante de ver a un ser amado sufriendo y no poder hacer una puta mierda para aliviarle el dolor, por tener que aguantar el tipo y “ser fuerte” y negando su propio dolor para echarse a la espalda el problema, que alguien tiene que tirar del carro en estos momentos difíciles, reprimiendo emociones de tristeza, ansiedad o ira, teniendo el vértigo de tener que asumir responsabilidades, de tomar decisiones en las que no hay respuesta clara y sobre qué es lo adecuado. Es algo difuso. O cargar con el bienestar de otros que se apoyan en uno en un momento de extrema debilidad. Como decía John Stevens hay “(…)una debilidad que reside en el hecho de ser fuerte”.

Y luego está la autoexigencia y la culpa, claro que sí, no vaya a ser que en un momento de extrema dificultad aflojemos un poco con nosotros mismos, nos demos un puñetero respiro. Así que ahí estamos, reprochándonos que debiéramos hacerlo mejor, que no debería afectarnos o que se nos notase, torturándonos sobre si se pudiese haber evitado…

El caso es que aparece esa verdad interna: “uf, menos mal que se ha muerto, que me he liberado de esta carga, que ya no siento esta presión y frustración” y es difícil no sentirse terriblemente mal. Nos culpabilizamos por algo que es ajeno a nuestro control, por lo que sentimos. Y esto me parece importante recalcarlo: no tenemos absolutamente ningún control sobre nuestras emociones. Es imposible decidir sobre ellas, igual que sobre cualquier otra función fisiológica (hambre, sueño, fiebre, dolor…) simplemente, podemos reprimirlas e ignorarlas o decidir darle salida de una forma más o menos coherente, a veces ni eso. Pero parece que eres mala persona, parece que si sientes eso es que no le querías o que no te importaba realmente… Parece, en suma, que nos cuesta entender que las personas tenemos diferentes partes de nosotros, y una puede sentir pena y desgarro por lo perdido y otra liberación, hasta júbilo, no por la pérdida del ser querido, sino de la situación que en ese momento estaba ligada a su existencia. Entender que sobre las emociones, lo cortés no quita lo valiente y que debemos aprender a darle un espacio a cada una de nuestras partes y de sus necesidades, que podemos responsabilizarnos de las decisiones que tomamos, pero no de lo que sentimos.

Por desgracia, se sigue hablando mucho de permitir la tristeza en el duelo y la pérdida, de cuidar al cuidador, pero poco de no juzgarlo y de permitirle expresarse y sentir honestamente, puede que desde fuera nos choque, pero siempre hay un motivo para ello…

Artículo publicado en el blog de Buenaventura del Charco Olea y cedido para su republicación en Psyciencia.

Los conceptos de identidad y narcisismo son los que mejor definen la comprensión del proceso adolescente. Y es que en el tránsito, el joven experimenta distintas pérdidas.

La adolescencia es un periodo crucial en la vida, supone una crisis emocional y de identidad importante, conlleva pérdidas y logros, y se manifiesta con episodios de tristeza, ira y aflicción que inundan a los jóvenes. Si echamos la vista atrás, quizás no recordaremos gran cosa de aquella época, pero durante la adolescencia el joven atraviesa una crisis de identidad muy compleja para él, en la que es fundamental que permanezca sustentado por un adulto. Ya no es un niño, pero tampoco es un adulto. La pregunta a la que los preadolescentes necesitan respuesta: ¿Quién soy ahora?

Durante esta etapa los sentimientos son ambiguos, navegando entre la posibilidad de experimentar mayor autonomía y la seguridad que le provee el ser dependiente de sus padres. Conviven en ellos, tanto el deseo de diferenciarse, para desarrollarse y poder construir una identidad adulta, como el miedo por todo lo que van a perder. Es por ello que en esta etapa el trabajo que tiene que hacer un adolescente es complejo, contradictorio y puede resultar doloroso, de ahí que debamos entender, comprender y ayudar a nuestros jóvenes a gestionar los sentimientos de rabia, tristeza o culpa que puedan experimentar, a la vez que ayudarles a despertar el deseo y la alegría por convertirse en personas con identidad propia.

ADELA MARTÍNEZ GÓMEZ

Durante siglos, nuestra sociedad ha desatendido el valor intrínseco de emociones y sentimientos. Los mayores logros a los que la Humanidad ha aspirado (tanto políticos, como científicos, intelectuales o incluso artísticos) se han asociado al uso de la razón, mientras que las emociones quedaban relegadas a un discreto segundo plano –cuando no directamente reprimidas–. No obstante, a día de hoy, afortunadamente, sabemos que la preeminencia de la razón no es tan obvia como se creía, y que existe otra inteligencia, la inteligencia emocional, que también debe ser tenida en cuenta.

Si bien se remonta a 1920, el concepto de “inteligencia emocional” (IE) fue popularizado en la década de los 90 por el psicólogo Daniel Goleman gracias a un libro que llevaba justamente este nombre. La publicación del ensayo coincidió en el tiempo, además, con las investigaciones del neurobiólogo portugués António Damásio, que en un importante artículo de 1994 en la revista Science explicaba cómo la gestión de las emociones estaba directamente vinculada con la toma de decisiones. Ambas publicaciones revolucionaron la psicología y la manera en que entendemos nuestros sentimientos.

Educación emocional en la escuela

Este cambio de paradigma tiene consecuencias especialmente significativas en el ámbito de la educación. De hecho, numerosos estudios han probado que un mayor cociente emocional y un mayor autocontrol son mejores indicadores de éxito académico que el cociente intelectual. Y no solo esto, sino que los niños con más inteligencia emocional tienen una mayor tasa de éxito profesional y personal en su vida futura, así como una menor probabilidad de ser víctimas de adicciones o de tener comportamientos criminales o de riesgo.

Es indiscutible que las escuelas han avanzado enormemente en la gestión de los aspectos emocionales de la enseñanza, alejándose de la idea del centro educativo como un lugar de mera transmisión de conocimiento. Y a menudo lo han hecho salvando las dificultades derivadas de un currículo excesivamente extenso impuesto por los departamentos de educación o de la eterna falta de recursos económicos y humanos.

Pero también es cierto que todavía queda mucho por hacer a fin de lograr que la sociedad –e incluso la propia comunidad educativa– entienda el lugar central que el buen desarrollo de la inteligencia emocional debe ocupar en la escuela y la necesidad de trabajarla en todos los ciclos, desde infantil hasta bachillerato.

Aunque existen programas específicos de aprendizaje social y emocional que ya están siendo aplicados en algunos centros, en este artículo proponemos, sin ánimo de exhaustividad, algunas estrategias que pueden ser útiles para trabajar la inteligencia emocional de niños y adolescentes.

¿Qué es la inteligencia emocional?

Para abordar de una manera apropiada el desarrollo de la inteligencia emocional, es imprescindible primero entender de qué hablamos cuando nos referimos a ella. Es posible que el descrédito o la poca importancia que la gente suele darle a este concepto venga dado por una mayor atención al adjetivo “emocional” que al sustantivo que, valga la redundancia, lo sustenta. Esto es un error, porque lo característico de la inteligencia emocional es, precisamente, el hecho de ser una inteligencia. En este sentido, su papel fundamental es el de integrar emoción y razón.

La inteligencia emocional ha sido definida en términos genéricos como la habilidad de entender, usar y manejar las propias emociones de una manera positiva, y de empatizar al mismo tiempo con los demás. Entre sus numerosos beneficios se encuentra un mayor autoconocimiento, la posibilidad de construir relaciones más fuertes y duraderas con los demás y una mayor resiliencia al entorno y adaptación al cambio.

Los expertos coinciden en la presencia de cinco rasgos determinantes en las personas emocionalmente inteligentes:

  1. Autocontrol: Son capaces de controlar sentimientos y comportamientos impulsivos, tomar la iniciativa y adaptarse a situaciones cambiantes.
  2. Autoconciencia: Reconocen las propias emociones y saben cómo estas afectan a sus pensamientos y comportamientos.
  3. Automotivación: Pueden canalizar las emociones para superar los desafíos cotidianos.
  4. Conciencia social o empatía: Saben ponerse en la piel de los demás.
  5. Gestión de las relaciones: Pueden mantener buenas relaciones con los demás, comunicar claramente, gestionar el conflicto de manera no destructiva, trabajar en equipo, etc.

8 propuestas para trabajar la inteligencia emocional en clase

Si bien desde los años 90 ha existido cierto debate sobre si la inteligencia emocional puede mejorarse o no, cada vez hay mayor evidencia científica de que cualquier actuación, incluso si esta es breve, tiene un efecto mensurable en las competencias emocionales del sujeto, independientemente de la edad. La cuestión, pues, radica más bien en qué tipo de actuación habría que hacer, teniendo en cuenta claro que el desarrollo emocional del niño tiene otros espacios de construcción ajenos a la escuela (principalmente, la familia).

Existen, como hemos referido antes, programas específicos de aprendizaje emocional, concebidos generalmente como talleres temáticos, y que no solo ayudan a acrecentar el cociente emocional, sino también a prevenir el ‘bullying’. Además de estos programas, sin embargo, y complementarias a ellos, existen otras estrategias útiles a la hora de fomentar la inteligencia emocional de los alumnos. Aquí te proponemos algunas ideas que puedes aplicar en tus clases independientemente de la edad de tus estudiantes:

  1. ABORDAR LA INTELIGENCIA EMOCIONAL DE MANERA TRANSVERSAL:

    Siempre que haya continuidad en el tiempo y entre las diferentes materias, un planteamiento transversal será más efectivo a la hora de desarrollar la inteligencia emocional de los niños que un taller puntual. Las habilidades relacionadas con esta inteligencia pueden ser trabajadas de mil formas en cualquier clase. En matemáticas, por ejemplo, mediante enunciados que reflejen valores y actitudes positivas (compartir, solucionar un problema que alguien tiene…). O bien, en ciencias sociales, se puede aprovechar una coyuntura histórica para reflexionar sobre cuáles fueron los detonantes humanos de un determinado fenómeno, y preguntarles a los alumnos si creen que ellos se habrían comportado igual o habrían actuado diferentemente. Puede ser interesante, incluso –siempre con medida, por supuesto–, hacer un paréntesis en el temario de la clase para dejarles que se expresen o bien hacerles preguntas que les permitan reflexionar y trabajar competencias vinculadas a la inteligencia emocional.

  1. ASAMBLEA DE LA CLASE:

    El formato de la asamblea, con una disposición en círculo que permita el contacto visual y el trato de igual a igual, es una fantástica herramienta para desarrollar la inteligencia emocional. Se trata de un espacio privilegiado en el que los alumnos pueden expresar cómo se sienten, resolver conflictos mediante el diálogo, reconocer los méritos de sus compañeros y sentirse reconocidos ellos mismos, y encontrar soluciones conjuntas a los problemas comunes. Esta es una estrategia que muchos centros aplican en cursos de infantil y primaria, pero curiosamente es cada vez menos frecuente a medida que los estudiantes crecen. En realidad, no hay ninguna razón para no aplicarla también en ciclos de ESO y de bachillerato, siendo además una muy buena manera de educar para la democracia y de aprender a escuchar otras opiniones.

  1. HABLAR DE LAS EMOCIONES:

    Imagen de la rueda de los sentimientos de Robert Plutchik

    La autoconsciencia es uno de los pilares básicos de la inteligencia emocional. Uno de los grandes problemas al que se enfrentan los niños y adolescentes es la incapacidad de reconocer sus propios sentimientos. Por ello es importante hablar de ellos desde bien temprano, para que los niños puedan apreciar las diferentes emociones que viven y ponerles nombre. Un buen punto de partida puede ser la famosa rueda de Pluchnik, que define los sentimientos en función de tres aspectos: la tipología, el antagonismo y la intensidad. Entre las numerosas actividades que se pueden hacer para trabajar los sentimientos, una opción interesante es proponerles ilustrar, sea mediante un dibujo o mediante un escrito, algunos de estos sentimientos.

  1. TRABAJAR MEDIANTE LA LITERATURA:

    Los libros son una de las mejores maneras de trabajar la inteligencia emocional. Abordar la literatura no tanto desde el aspecto formal, sino desde las motivaciones y los sentimientos de los personajes ofrece el contexto ideal para una autorreflexión y también para bonitos debates en clase. Animémosles a plantearse los grandes conflictos narrativos en términos humanos, de modo que puedan hacérselos suyos. Podemos proponerles por ejemplo escribir una carta a alguno de los personajes para aconsejarle, o bien recrear mediante un diálogo alguna escena clave del libro. ¡Las opciones son infinitas!

  1. ROL-PLAYING Y TEATRO:

    Sea a partir de un texto literario, siendo a partir de algún otro tipo de experiencia, el ‘rol playing’ es siempre una buena manera de llevar a los alumnos a ponerse en la piel de otra persona. Ofrecer optativas de teatro o plantearlo incluso como un proyecto para toda la clase es una excelente vía para poner en escena, y por lo tanto entender mejor, sentimientos muy variados y a menudo complejos.

  1. ANIMARLOS A ESCRIBIR UN DIARIO:

    Escribir un diario es un profundo y excelente ejercicio de autodescubrimiento. Aunque en función de la edad pueden ser reticentes a hablar de según qué temas, incluso los asuntos en apariencia más triviales (un examen, una presentación, una salida…) pueden constituir un buen pretexto para examinarse a sí mismos. Hagamos que se pregunten cómo se sintieron en una determinada circunstancia, y si su sentimiento les ayudó en sus propósitos o fue más bien un obstáculo a superar, y que reflexionen sobre cómo podrían gestionar situaciones similares en el futuro.

  1. TRABAJAR LA PROPIA INTELIGENCIA EMOCIONAL DEL DOCENTE:

    Ser docente no siempre es fácil, y el nivel de estrés vivido dentro y fuera de las aulas puede ser muy alto. Cualquier profesor o maestro experimenta en sus clases un abanico muy amplio de emociones, tanto positivas como negativas. Por ello, es importante que el propio docente pueda gestionar bien estos sentimientos a fin de canalizarlos positivamente y constituir un buen modelo para sus niños. Siempre es una buena idea impulsar entre el propio profesorado talleres de inteligencia emocional, a fin de que los docentes puedan conocer de primera mano estrategias que después pueden usar y transmitir en sus clases.

  1. PRACTICAR LA EVALUACIÓN ENTRE IGUALES:

    Ser receptivos al feedback de los demás es una muy buena manera de mejorar la autoconsciencia. La evaluación entre iguales tiene, entre otras virtudes, la de enseñar a los alumnos a ser más receptivos a las críticas al mismo tiempo que aprenden a formularlas ellos mismos de manera más diplomática y constructiva. Es una metodología que nos permite reflejarnos en los demás para tener otra perspectiva de nosotros mismos. Si logramos que la actitud de debate, diálogo y respeto a la hora de evaluar un trabajo se extienda a otros ámbitos de su vida, habremos logrado un gran triunfo educativo.

 

Referencia: Artículo de Vinces Vives, 8 propuestas para trabajar la inteligencia emocional en la escuela

 

Desarrollo emocional

“La pandemia que atravesamos por COVID-19 ha hecho que los estudiantes tengan que lidiar con sentimientos de aislamiento, frustración, aburrimiento, ansiedad y estrés; esto trae consigo una respuesta de desesperanza, depresión y enojo”.

Importancia de las habilidades socioemocionales para afrontar la pandemia.

La ansiedad causada por el aislamiento social que vivimos por el COVID-19, los retos virales peligrosos en redes sociales, el ciberacoso, el acoso escolar, entre muchas otras situaciones, son ejemplos reales a los que están expuestos nuestras niñas, niños y jóvenes, las cuales van en aumento. Hoy más que nunca es necesario desarrollar en forma consciente y sistemática las habilidades socioemocionales que necesitan los estudiantes para afrontar con éxito circunstancias cambiantes, inciertas y desconcertantes como la que están experimentando actualmente; además de lo que les tocará vivir más adelante en su vida de adultos.

La pandemia que atravesamos reafirma la necesidad de preparar a los estudiantes en el manejo de sus emociones. Quedarse en casa y llevar sus estudios -en el mejor de los casos- por medios electrónicos, ha tenido ya consecuencias emocionales en ellos. Lidiar con el sentimiento de aislamiento, frustración, aburrimiento, ansiedad o estrés, trae consigo una respuesta de desesperanza, depresión o hasta enojo.

“Debemos desarrollar en forma consciente y sistemática las habilidades socioemocionales que necesitan los estudiantes para afrontar situaciones inciertas y desconcertantes que actualmente enfrentan ante la pandemia por COVID-19”.

En este mismo contexto, las familias tienen que cumplir con sus obligaciones laborales, las tareas del hogar, a la vez que apoyan y supervisan las actividades escolares de sus hijos, lo que no necesariamente saben hacer de manera adecuada, provocándoles angustia y estrés. Quienes son docentes enfrentan la impotencia de no estar cerca de los alumnos, la angustia que causa no tener las herramientas tecnológicas o no saber cómo usarlas adecuadamente, esto provoca una pérdida de control para orientar mejor al estudiantado.

Cuando las personas desarrollan madurez emocional están mejor equipadas para adaptarse a nuevas situaciones con mayor facilidad; a dominar el miedo y la angustia que causa la ruptura de la rutina y orientar su energía para buscar formas adecuadas a las circunstancias que viven.

¿Qué son las habilidades socioemocionales?

El desarrollo de las habilidades socioemocionales ha sido objeto de estudio especializado por psicólogos, neurocientíficos, y educadores. El término Inteligencia Emocional (IE) fue introducido por primera vez por Mayer, J. D. y Salovey, P. (1997) la definen como la parte de la inteligencia social que incluye habilidades para: percibir, valorar, y expresar emociones con exactitud, acceder o generar sentimientos que faciliten el pensamiento; comprender las emociones y regularlas promoviendo un crecimiento emocional e intelectual. A estas capacidades se les llama en su conjunto, habilidades socioemocionales (entrevista a Marc Brackett, 2019).

A la fecha, se han realizado múltiples investigaciones sobre las habilidades socioemocionales y con ello, la creación de instrumentos para medirlas, así como el diseño de programas educativos para desarrollarlas. Por estas necesidades es como surge un nuevo campo de estudio: el aprendizaje socioemocional (SEL por sus siglas en inglés) (Nathanson, L., Rivers, S. Flynn, L & Brackett, M. A. 2016; Malti, T & Noam, G. G. 2016).

No fue sino hasta el 2016, que en México se les dio lugar a las habilidades socioemocionales en el currículum de educación básica, y se ha ratificado en los actuales planes y programas de estudio (Acuerdo número 07/06/17). Aun así, los docentes deben perfeccionar las estrategias didácticas para su desarrollo, así como la publicación de investigación científica sobre el tema en poblaciones mexicanas. Por lo que este campo disciplinar, nuevo en nuestro país, está abierto para llevar a cabo intervenciones e investigación que aporten conocimiento para los docentes.

Programas educativos para desarrollar habilidades socioemocionales

Uno de los programas educativos que ha tenido más difusión y aplicación a nivel mundial es el realizado por el Centro para la Inteligencia Emocional de la Universidad de Yale. El Programa RULER formado por el acrónimo (Recognize, Understand, Labeling, Express, Regulate) ha sido implantado en muchas escuelas de educación básica y educación media con excelentes resultados. Este programa se basa en cuatro sencillas herramientas que son implementadas en el aula, la escuela y también en casa.

Cuatro herramientas del Programa RULER

  1. El acuerdo emocional

  2. El medidor emocional

  3. El metamomento

  4. El plano emocional

El interés del Centro para la Inteligencia Emocional es apoyar a las escuelas. Una vez que lo conoces, el programa es fácil adaptarlo a casi cualquier institución siempre y cuando toda la comunidad escolar esté consciente de su utilidad (Brackett, M. A. Rivers, S., Reyes, M. & Salovey, P. 2012).

Otro programa que existe en nuestro país para estudiantes del nivel medio superior es Construye T diseñado y desarrollado con apoyo del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo y la Secretaría de Educación Pública, se aplica en los planteles de este nivel. Los materiales para alumnos y docentes los pueden consultar en el sitio y también es fácil adaptarlo a cada plantel.

La decisión de usar cualquiera de los programas debe venir de la comunidad escolar, esto es, una decisión colegiada para que todos los profesores, directivos, personal administrativo y familias se comprometan en su aplicación tanto dentro del salón como fuera de él. Cuando todos entienden la utilidad de implementarlo es más sencillo que los alumnos lo experimentan cotidianamente, el clima emocional de la escuela se vea fortalecido y las personas que conforman la comunidad sean capaces de regular sus emociones.

Investigaciones realizadas por alumnos del Tecnológico de Monterrey

A continuación, les comparto resultados relevantes derivados de investigaciones e intervenciones realizadas por los alumnos de la maestría en educación del Tec de Monterrey en diferentes niveles educativos.

  • Nivel maternal
    Con un rango de edad de 2 a 3 años después de una intervención de 25 sesiones durante 5 semanas: ”Un 46 % de los alumnos podía identificar las cuatro emociones básicas: alegría, enojo, tristeza y aburrimiento en los juguetes elaborados para este fin y, asociarlas con un sonido específico. El 25 % podía imitar la emoción que veía en los juguetes y poco a poco a identificarla en otros compañeros. Empezaron a reír más, la conducta de morder a otro compañero fue eliminado en un 100 %. El llanto disminuyó un 19 % y los gritos un 12 %, debido al hecho de que los infantes estudiantes comenzaron a usar el lenguaje oral para expresarse, pedir ayuda y establecer límites. Los golpes, utilizados principalmente como un medio para establecer límites, también fueron eliminados al 100 %. Finalmente, un aumento del 71 % de los estudiantes establece límites a través de expresiones como “No”, “No es así” y “Eso no es amable”. Del mismo modo, hubo un aumento del 35 % en los estudiantes que solicitaron ayuda para resolver las diferencias al tratar con otros” (Tesista María Minerva Méndez Zarazúa, 2018). Estos logros son impresionantes considerando que son niños muy pequeños de edad.

  • Nivel primaria

    “En alumnos de segundo de primaria al cabo de trabajar en el salón durante un semestre son capaces de nombrar las emociones que sienten, representar la emoción con un color. Durante las actividades se observó mayor atención por parte de los alumnos, participando el 100 % de manera activa durante los momentos en los que se compartían aprendizajes. El 65 % de los alumnos modificaron actitudes o hábitos relacionados a su aprendizaje de manera intencionada. Se logró clarificar diversos conceptos (meta, enojo, alegría, tristeza, temor). En las actividades realizadas de manera cooperativa, no se reportaron incidentes en los equipos de trabajo, el 100 % de los alumnos participó en la consecución de la meta u objetivo a realizar” (Tesista María José García López, 2019).

  • Nivel educación media

    En un bachillerato tecnológico en el que los alumnos llevan el programa Construye T se encontró que este programa logra aumentar la inteligencia emocional de los estudiantes, medida a través de la prueba del perfil de competencia emocional (PEC por sus siglas en inglés).

Conforme los alumnos avanzan en su trayectoria escolar se encontró que las capacidades de percepción, comprensión y regulación emocional aumenta. En el estudio los alumnos de sexto semestre obtuvieron un mayor puntaje que los alumnos de cuarto y segundo semestre. Estas capacidades son de vital importancia para la adaptación a los entornos y contribuyen sustancialmente al bienestar psicológico y al crecimiento personal de los alumnos, lo que demuestra la eficiencia del programa. La investigación completa está en proceso de publicarse en una revista indexada.

Estos ejemplos nos dan una idea sobre lo valioso que resulta invertir tiempo y esfuerzo en el desarrollo de las competencias socioemocionales en los niños, adolescentes y jóvenes. A largo plazo desarrollamos personas adultas más felices y encaminados al bienestar. También los adultos podemos utilizar las herramientas y procedimientos del programa RULER que nos ayuden a regular nuestras emociones en forma sana todos los días.

Una vez que se renueve la asistencia a las escuelas en todos los niveles educativos y nos enfrentemos a la nueva realidad, será necesario realizar esfuerzos adicionales para fortalecer las habilidades socioemocionales en los estudiantes con la finalidad de disminuir la carga de emociones negativas causadas por el aislamiento social y las posibles carencias materiales que pueden enfrentar. Es importante reconstruir su confianza y fomentar la responsabilidad del autocuidado que entre otros factores se relaciona con la madurez emocional, independientemente de la edad de la persona.

Acerca de la autora

Yolanda Heredia (yheredia@tec.mx) es profesora investigadora de la Escuela de Humanidades y Educación. A lo largo de 20 años ha dirigido más de 40 tesis de maestría y 15 disertaciones doctorales. Ha publicado libros, capítulos de libros y artículos en revistas arbitradas.

Referencias

Brackett, M. A. Rivers, S., Reyes, M. & Salovey, P. (2012). Enhancing academic performance and social and emotional competence with the RULER feeling words curriculum. Learning and Individual Differences 22 (2012) 218–224 disponible en https://doi.org/10.1016/j.lindif.2010.10.002

Diario oficial de la Federación. Ley General de educación. ACUERDO número 07/06/17 por el que se establece el Plan y los Programas de Estudio para la Educación Básica:    Aprendizajes clave para la educación integral. Disponible en http://www.dof.gob.mx/nota_detalle_popup.php?codigo=5488481

García López, M.J. (2019). Desarrollo de habilidades socioemocionales en Educación Básica. Tesis de maestría

Guimon, P. Entrevista a Marc Brackett. (2019). El País diario semanal. Disponible en https://elpais.com/elpais/2019/02/21/eps/1550759747_675256.html

Mayer, J. D.-Salovey, P. (1997): What is emotional intelligence? En P. Salovey y D.  Sluyter (Eds). Emotional Development and Emotional Intelligence: Implications for Educators (pp. 3-31). New York: Basic Books.

Malti, T & Noam, G. G. (2016) Social-emotional development: From theory to practice, European Journal of Developmental Psychology, 13:6, 652-665, DOI: 10.1080/17405629.2016.1196178.

Mendez Zarazua,M.M (2018). Emociones para llevar. Tesis de maestría.

Nathanson, L., Rivers, S. Flynn, L & Brackett, M. A. (2016). Creating Emotionally    Intelligent Schools With RULER. Emotion Review Vol. 8, No. 4 (October 2016) 1– 6 DOI: 10.1177/1754073916650495

SEP. (s/f). Programa de desarrollo socioemocional para la educación media superior ConstruyeT Disponible en: https://www.construye-t.org.mx/que-debemos-hacer

Edición por Rubí Román (rubi.roman@tec.mx) – Observatorio de Innovación Educativa

Datos y cifras

  • Entre 2015 y 2050, el porcentaje de los habitantes del planeta mayores de 60 años casi se duplicará, pasando del 12% al 22%.
  • Para 2020, el número de personas de 60 años o más será superior al de niños menores de cinco años.
  • En 2050, el 80% de las personas mayores vivirá en países de ingresos bajos y medianos.
  • La pauta de envejecimiento de la población es mucho más rápida que en el pasado.
  • Todos los países se enfrentan a retos importantes para garantizar que sus sistemas sanitarios y sociales estén preparados para afrontar ese cambio demográfico.

Se vive más tiempo en todo el mundo. Actualmente, por primera vez en la historia, la mayor parte de la población tiene una esperanza de vida igual o superior a los 60 años. Para 2050, se espera que la población mundial en esa franja de edad llegue a los 2000 millones, un aumento de 900 millones con respecto a 2015.

Hoy en día, hay 125 millones de personas con 80 años o más. Para 2050, habrá un número casi igual de personas en este grupo de edad (120 millones) solamente en China, y 434 millones de personas en todo el mundo. Para 2050, un 80% de todas las personas mayores vivirá en países de ingresos bajos y medianos.

También aumenta rápidamente la pauta de envejecimiento de la población en todo el mundo. Francia dispuso de casi 150 años para adaptarse a un incremento del 10% al 20% en la proporción de población mayor de 60 años. Sin embargo, países como el Brasil, China y la India deberán hacerlo en poco más de 20 años.

Si bien ese cambio de distribución en la población de un país hacia edades más avanzadas -lo que se conoce como envejecimiento de la población- empezó en los países de ingresos altos (por ejemplo, en el Japón el 30% de la población ya tiene más de 60 años), los cambios más drásticos se ven en los países de ingresos altos y medianos. Para mediados de siglo muchos países, por ejemplo Chile, China, la República Islámica del Irán y la Federación de Rusia, tendrán una proporción de personas mayores similar a la del Japón.

La ampliación de la esperanza de vida ofrece oportunidades, no solo para las personas mayores y sus familias, sino también para las sociedades en su conjunto. En esos años de vida adicionales se pueden emprender nuevas actividades, como continuar los estudios, iniciar una nueva profesión o retomar antiguas aficiones. Además, las personas mayores contribuyen de muchos modos a sus familias y comunidades. Sin embargo, el alcance de esas oportunidades y contribuciones depende en gran medida de un factor: la salud.

Los reducidos datos científicos no permiten afirmar que las personas mayores gocen en sus últimos años de mejor salud que sus padres. Si bien las tasas de discapacidad grave se han reducido en los países de ingresos altos a lo largo de los últimos 30 años, no se ha registrado cambio alguno en la discapacidad ligera o moderada en el mismo periodo.

Si las personas mayores pueden vivir esos años adicionales de vida en buena salud y en un entorno propicio, podrán hacer lo que más valoran de forma muy similar a una persona joven. En cambio, si esos años adicionales están dominados por el declive de la capacidad física y mental, las implicaciones para las personas mayores y para la sociedad son más negativas.

Comprender el envejecimiento

Desde un punto de vista biológico, el envejecimiento es la consecuencia de la acumulación de una gran variedad de daños moleculares y celulares a lo largo del tiempo, lo que lleva a un descenso gradual de las capacidades físicas y mentales, un aumento del riesgo de enfermedad, y finalmente a la muerte.

Ahora bien, esos cambios no son lineales ni uniformes, y su vinculación con la edad de una persona en años es más bien relativa. Si bien algunos septuagenarios disfrutan de una excelente salud y se desenvuelven perfectamente, otros son frágiles y necesitan ayuda considerable.

Además de los cambios biológicos, el envejecimiento también está asociado con otras transiciones de la vida como la jubilación, el traslado a viviendas más apropiadas, y la muerte de amigos y pareja. En la formulación de una respuesta de salud pública al envejecimiento, es importante tener en cuenta no solo los elementos que amortiguan las pérdidas asociadas con la vejez, sino también los que pueden reforzar la recuperación, la adaptación y el crecimiento psicosocial.

Afecciones comunes asociadas con el envejecimiento

Entre las afecciones comunes de la vejez cabe citar la pérdida de audición, cataratas y errores de refracción, dolores de espalda y cuello y osteoartritis, neumopatías obstructivas crónicas, diabetes, depresión y demencia. Es más, a medida que se envejece aumenta la probabilidad de experimentar varias afecciones al mismo tiempo.

La vejez se caracteriza también por la aparición de varios estados de salud complejos que suelen presentarse solo en las últimas etapas de la vida y que no se enmarcan en categorías de morbilidad específicas. Esos estados de salud se denominan normalmente síndromes geriátricos. Por lo general son consecuencia de múltiples factores subyacentes que incluyen, entre otros, los siguientes: fragilidad, incontinencia urinaria, caídas, estados delirantes y úlceras por presión.

Los síndromes geriátricos parecen predecir mejor la muerte que la presencia o el número de enfermedades específicas. Ahora bien, a excepción de los países que han desarrollado la geriatría como disciplina médica, con frecuencia se dejan de lado en los servicios de salud de estructura tradicional y en la investigación epidemiológica.

Factores que influyen en el envejecimiento saludable

Aunque algunas de las variaciones en la salud de las personas mayores son genéticas, los entornos físicos y sociales revisten gran importancia, en particular las viviendas, vecindario y comunidades, así como sus características personales, como el sexo, la etnia o el nivel socioeconómico.

Estos factores empiezan a influir en el proceso de envejecimiento en una etapa temprana. Los entornos en los que se vive durante la niñez –o incluso en la fase embrionaria– junto con las características personales, tienen efectos a largo plazo en la forma de envejecer.

Los entornos también tienen una influencia importante en el establecimiento y mantenimiento de hábitos saludables. El mantenimiento de hábitos saludables a lo largo de la vida, en particular llevar una dieta equilibrada, realizar una actividad física periódica y abstenerse de fumar, contribuye a reducir el riesgo de padecer enfermedades no transmisibles y a mejorar las facultades físicas y mentales.

En la vejez mantener esos hábitos es también importante. El mantenimiento de la masa muscular mediante entrenamiento y una buena nutrición pueden ayudar a preservar la función cognitiva, retrasar la dependencia y revertir la fragilidad.

Los entornos propicios permiten llevar a cabo las actividades que son importantes para las personas, a pesar de la pérdida de facultades. Edificios y transporte públicos seguros y accesibles, y lugares por los que sea fácil caminar, son ejemplos de entornos propicios.

Dificultades en la respuesta al envejecimiento de la población

Diversidad en la vejez

No hay una persona mayor «típica». Algunos octogenarios tienen unas facultades físicas y psíquicas que nada tienen que envidiar a las de muchos veinteañeros. Otras personas, en cambio, sufren un deterioro considerable a edades mucho más tempranas. Por ello, la respuesta de salud pública debe ser integral, a fin de atender las enormes diferencias en experiencias y necesidades de la gente mayor.

Inequidades sanitarias

La diversidad que se aprecia en la vejez no es cuestión de azar. En gran medida se debe a los entornos físicos y sociales de las personas, puesto que ese entorno influye en sus oportunidades y sus hábitos de salud. La relación que mantenemos con nuestro entorno viene determinada por características personales, como la familia en la que nacimos, nuestro sexo y etnia, que dan lugar a inequidades de salud. La diversidad que se da en la vejez se debe en gran medida a los efectos acumulados de esas inequidades sanitarias a lo largo de la vida. Deben instaurarse políticas de salud pública que reduzcan, más que refuercen, dichas inequidades.

Estereotipos obsoletos y discriminatorios contra la tercera edad

Con frecuencia se da por supuesto que las personas mayores son frágiles o dependientes y una carga para la sociedad. La salud pública, y la sociedad en general, debe abordar estas y otras actitudes contra la tercera edad, que pueden dar lugar a discriminación y afectar a la formulación de las políticas y las oportunidades de las personas mayores de disfrutar de un envejecimiento saludable.

Un mundo que cambia con rapidez

La mundialización, los avances tecnológicos (por ejemplo, en el transporte y las comunicaciones), la urbanización, la migración y las normas cambiantes entre los sexos influyen en la vida de las personas mayores indirecta e indirectamente. Por ejemplo, aunque el número de generaciones supervivientes en una familia ha aumentado, es más probable que vivan separadas hoy en día que en el pasado. Una respuesta de salud pública debe hacer balance de las tendencias actuales y futuras y elaborar políticas en consecuencia.

Respuesta de la OMS

De conformidad con lo dispuesto en una reciente decisión de la Asamblea Mundial de la Salud (67(13)), la OMS está en proceso de elaborar una Estrategia y plan de acción mundiales sobre el envejecimiento y la salud, en consulta con los Estados Miembros y otros asociados. La Estrategia y plan de acción se fundamentan en los datos científicos del Informe mundial sobre el envejecimiento y la salud y se basan en las actividades ya iniciadas para abordar cinco ámbitos de actuación prioritarios.

  • Compromiso con un envejecimiento saludable. Exige una sensibilización con respecto al valor del envejecimiento saludable y un compromiso y medidas sostenibles para formular políticas de base científica que refuercen las capacidades de las personas mayores.
  • Alineamiento de los sistemas de salud con las necesidades de las personas mayores. Los sistemas de salud deben organizarse mejor en torno a las necesidades y las preferencias de las personas mayores, estar concebidos para reforzar la capacidad intrínseca de los ancianos e integrarse en diferentes entornos y personal de atención. Las actuaciones en ese ámbito están estrechamente relacionadas con el trabajo que se lleva a cabo en toda la Organización para fortalecer la atención sanitaria universal y los servicios de salud integrados y centrados en las personas.
  • Establecimiento de sistemas para ofrecer atención crónica. Para atender las necesidades de las personas mayores se necesitan sistemas de atención crónica en todos los países. Ello requiere fomentar, a veces partiendo de cero, los sistemas de gobernanza, las infraestructuras y la capacidad del personal. La labor de la OMS en atención crónica (incluidos los cuidados paliativos) se corresponde estrechamente con las iniciativas para reforzar la cobertura sanitaria universal, afrontar las enfermedades no transmisibles y establecer servicios integrados y centrados en las personas.
  • Creación de entornos adaptados a las personas mayores. Ello exigirá adoptar medidas para combatir la discriminación por razones de edad, permitir la autonomía y apoyar el envejecimiento saludable en todas las políticas y en todos los ámbitos de gobierno. Estas actividades aprovechan y complementan la labor que la OMS ha llevado a cabo en la última década para impulsar la adaptación a las personas mayores en ciudades y comunidades, en particular el fomento de la Red Mundial de Ciudades y Comunidades Adaptadas a las Personas Mayores y de una plataforma para compartir información de forma interactiva (un Mundo Adaptado a las Personas Mayores).
  • Mejora de las mediciones, el seguimiento y la comprensión. Se necesitan investigaciones más centradas, nuevos mecanismos de medición y métodos analíticos para una amplia selección de cuestiones relacionadas con el envejecimiento. Esas iniciativas se apoyan en la amplia labor que ha llevado a cabo la OMS en la mejora de la información y estadísticas sanitarias, por ejemplo a través del Estudio de la OMS sobre envejecimiento y salud de los adultos en el mundo (SAGE)

Referencia: https://www.who.int/es/news-room/fact-sheets/detail/envejecimiento-y-salud

The intelligent cultivation of moral emotions in adolescence

Rafael Bisquerra Alzina y Èlia López-Cassà

DOI: https://doi.org/10.22550/REP79-1-2021-09

En este artículo se presenta la relación entre inteligencia emocional, competencia emocional y educación emocional, con especial referencia a las emociones morales aplicadas a la educación secundaria. La educación emocional es un proceso educativo, continuo y permanente que tiene lugar a lo largo de toda la vida y su objetivo es el desarrollo de competencias emocionales. Estas competencias tienen como fundamento la inteligencia emocional en educación. En la actualidad, se dispone de abundantes evidencias de los beneficios que aporta la educación emocional en el alumnado. Entre otros efectos se destaca la mejora en el comportamiento ético y moral, el desarrollo de los comportamientos prosociales o la mejora en las competencias  emocionales, lo cual repercute en la mejora  de la convivencia y el bienestar. La educación emocional puede abordar multitud de temas, entre los cuales están la consciencia y regulación emocional, la autonomía emocional, la autoestima, la automotivación, las habilidades sociales, la asertividad, la empatía, las habilidades de vida, el bienestar, etc. Este trabajo se focaliza en las emociones morales  y los valores como aspectos importantes de  la educación en la adolescencia. La adolescencia es una etapa evolutiva de cambios importantes y de inestabilidad en los estados de ánimo que justifica la necesidad de desarrollar la inteligencia emocional en el campo educativo, concretamente, la educación de las emociones morales. Por ello, se ofrecen algunas consideraciones prácticas que pueden incluirse en la etapa de la educación secundaria en la que juega un papel clave la figura del docente como modelo y referente educativo.

Referencias

Bisquerra Alzina, R. y López-Cassà, È. (2021). El cultivo inteligente de las emociones morales en la adolescencia | The intelligent cultivation of moral emotions in adolescence. Revista Española de Pedagogía, 79 (278), 103-113. https://doi.org/10.22550/REP79-1-2021-09

¿Qué es la terapia humanista y cómo funciona?

La terapia humanista es un enfoque de salud mental que enfatiza la importancia de ser tu verdadero yo para poder llevar una vida llena de satisfacción. Parte de la creencia de que la persona, dentro de su manera única de ser, es buena de corazón y capaz de usar sus instintos personales para encontrar dentro de sí misma la sabiduría, el crecimiento, la curación y la realización que quiere lograr.

La terapia humanista se centra en desarrollar sentimientos de autoaceptación y trabaja en la superación de las críticas o la desaprobación de los demás. El terapeuta acompaña a la persona durante todo el proceso, estableciendo una relación de iguales en la que se proporciona una atmósfera de apoyo, empatía y confianza que permite al cliente compartir sus sentimientos sin temor a ser juzgado.

¿Cómo se diferencia de otras terapias psicológicas?

Para empezar, la Psicología Humanista se centra en la vida cotidiana actual del paciente. Esto es muy diferente a otros enfoques que centrados en las experiencias pasadas, incluyendo aquellas de las que no se es consciente, como es el caso de la terapia cognitivo-conductual.

Del mismo modo, esta terapia se focaliza en ayudar al individuo en su conjunto, en lugar de tratar de evaluar o de dar un diagnóstico específico. Los terapeutas humanistas trabajan a partir de la idea de que tu eres el experto de tus dificultades, por eso apoyarán la dirección que tomes en cada sesión, acompañándote durante tu proceso para poder trabajar los asuntos que te llevan a terapia.

En mis primeros años profesionales me hacía esta pregunta: ¿cómo puedo tratar, curar o cambiar a esta persona? Ahora formularía la pregunta de esta forma: ¿cómo puedo proporcionar una relación que esta persona pueda usar para su propio crecimiento personal?

-Carl Rogers

Leer más: https://www.ehimarsalud.com/blog/psicologia-humanista-terapia/

Los cambios en las organizaciones son una constante que sucede en y a través del tiempo, y en la mayoría de las ocasiones no podemos dejar de valorarlos como situaciones adversas. Se consideran además como una situación de crisis, ya que empujan a las organizaciones a salir de su zona de confort y movilizan los cimientos sobre los cuales tanto los directivos como los empleados estaban apoyando sus ideas, anhelos y proyectos. Es decir, generan una desestructuración organizacional.

 

Desde el año 2008 se vienen produciendo en nuestro entorno cambios a nivel tecnológico, social, económico, político y laboral. Estos cambios han desencadenado una “crisis”mundial empujada por un planteamiento socioeconómico que exclusivamente entiende de resultados a corto plazo. Así, empleados y directivos se ven envueltos en una dinámica de contrarreloj, cuya salida no es otra que la capacidad de aceleración en los procesos de cambio y adaptación.Tal situación evidencia que nos encontramos ante una “encerrona trágica” (Ulloa, 1999), cuyo desenlace suele traducirse en el cierre de organizaciones, dado que, éstas no son capaces de adaptarse a la velocidad necesaria a aquellos cambios que hubieran facilitado su supervivencia en dicho entorno competitivo global.

Por estos motivos, desde WoNT Prevención Psicosocial entendemos que es importante aprender a manejar los cambios y a promoverlos cuando las circunstancias así lo requieran. Es en este punto donde los líderes de las organizaciones juegan un papel fundamental, ya que deben ser los encargados de poner en marcha estrategias que contribuyan a generar el cambio de forma natural, posibilitando así que surja el compromiso necesario entre todos los empleados para conformar una organización con capacidad de recuperación, y evitando cualquier tipo de situación traumática.

De esta forma, la supervivencia de las organizaciones en el siglo XXI, requiere de cambios en las políticas organizacionales, en la dirección de RRHH y en la gestión del personal y equipos de trabajo; y estos cambios necesitan de un mayor liderazgo transformacional. Creemos que los líderes transformacionales son un elemento crítico dentro del contexto laboral y pueden influir en cómo las personas y equipos ven su trabajo a partir de la puesta en marcha de las dimensiones que lo definen como tal (visión*, estimulación intelectual*, comunicación inspiracional, reconocimiento personal* y apoyo*) . La práctica de estas dimensiones puede generar creencias comunes y experiencias afectivas que surgen entre personas que trabajan juntas y que además tienden a mostrar patrones similares de comportamiento, es decir, que sienten emociones colectivas. La interacción social con los compañeros de equipo conlleva a comportarse y sentirse de forma similar, integrando altas dosis de vigor, dedicación por el trabajo y pasando largos períodos de absorción y concentración en lo que se está haciendo: lo que se conoce como engagement (Salanova y Schaufeli, 2009). Esto supone que los esfuerzos del líder y los postulados del liderazgo transformacional influyen al engagement, con lo cual los equipos de trabajo que están engaged, están comprometidos con sus tareas, y no sólo centran su esfuerzo en cumplimentar los objetivos propuestos por las empresas, sino que también están emocionalmente conectados a sus tareas (Cruz-Ortiz, Salanova y Martínez, 2013b).

Leer más: https://www.want.uji.es/conseguir-el-cambio-a-traves-del-liderazgo-transformacional/